En el año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La fecha fue elegida como conmemoración del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), activistas políticas de la República Dominicana, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo (1930-1961). A partir de entonces se denuncia la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y se reclaman políticas en todos los países para su erradicación.
Desde el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica queremos visibilizar esta fecha desde la literatura de autoras nicaragüenses, quienes a través de sus textos se pronuncian en contra la violencia de género y hacen un llamado a la defensa de la mujer y sus derechos. Nadie mejor que ellas para expresar desde las letras el sufrimiento, el temor y la impotencia ante la injusticia que provocan la discriminación y la violencia ejercida hacia las mujeres.
Agradecemos a las escritoras Martha Cecilia Ruiz, Madeline Mendieta, Kerstin Mirada y Dily Lacayo por sumarse a esta iniciativa.
Martha Cecilia Ruiz
Del por qué no te lloro
Realmente podría deprimirme,
enrollarme dentro de mis tripas,
llorarte en mil pedazos
coleccionar fútiles intentos de autocompasión
deplorar lo que alguna vez casi fuiste,
acuchillarme con tu olor,
almacenar días y noches
deshidratando cuerpo y alma
con las uñas enterradas en el pavimento
y los labios hinchados de frustraciones
pero no puedo
las lágrimas arruinarían el maquillaje
y
además,
no tengo tiempo.
Ser mujer
Lo único perenne son las culpas. Las maquillo y las peino para hacerlas manejables. Porque ellas están allí aun antes de mí y de mi madre. En el armario, en la mochila, en la carcajada. Por todos lados los cuerpos traslúcidos, del amor, del “no, gracias”; de los gritos a mis hijas, de las veces en que he jugado a mala, de las pailas pegadas, de las llegadas tardes, de los días en que me he suicidado para seguir viviendo.
Las soporto, las cargo, las exhibo, porque así lo esperan, y así me buscan: “mujer socialmente aceptable”.
Madeline Mendieta
Cuestionamiento
¿Qué les diremos?
A los que nos cedieron un espacio y hacernos creer que fuimos incluidas, pero a cambio, nos piden no decir nada
A quiénes nos enseñan, con flácidos argumentos que la guerra es para hombres fuertes.
¿Qué les diremos?
A los que preguntan cómo hicimos para pagar las cuentas,
A quiénes nos escudriñan el currículo con mirada inquisidora.
¿Qué explicación les damos?
A los que demandan obediencia, mesura, cordura aun teniendo el agua hasta el cuello
¿A quién le soltamos nuestras cuitas de nuestros malabares escabrosos?
¿Cuándo cesarán las preguntas?
De los que interrogan sin escuchar
De los que imponen
Con impunidad
¿Cuándo seremos escuchadas?
Si desde que empezamos a hablar
Nos amordazan.
Cómo te llamas
Olvidé mi nombre
Llevó no sé cuánto tiempo
Sin recordarlo
Quizá era el nombre de mi abuela materna
¿O el del tío borrachín y sin gracia, el de la pizpireta hermana de mi padre?
Sé que algunos padres bautizan a sus hijos con nombres de artistas
Ben Afleck
CelinDion
Penélope
Conocí a uno que nombraron Michael Jordan, y jamás jugó baloncesto
A una joven que su cédula decía MaryCrisman
Cristian, nunca definió su identidad, por el día era hombre,
por las noches una mujer en traje brillante
Hay una mujer que no puede pronunciar su nombre
Porque le mutilaron la lengua y escribió su nombre en el muslo
Carmela
Me sonó familiar
Pensé que mi nombre empezaría con R, con C de casa o P de Periódico
Me cuesta distinguir las letras y me esfuerzo por repetir las sílabas
La m con la a, ma, mamá
La p con la a, pa, papá
Papá me decía un diminutivo
¿Panchito o Monchito?
Nací un primero, del segundo del año
En medio de una guerra
Eso decía la radio.
Después, vinieron otros
Golpes en la puerta
En mi casa
En mi carne.
Mi madre gritaba mi nombre y lo alargó por toda la calle
Por todo el barrio, en la ciudad, en el país.
Y luego,
Mi nombre apareció en carteles, en terminales de buses y en cada pantalla de los celulares, cada habitante portó mi rostro y hubo quienes me reportaron… en las instituciones
Policiales
Judiciales
Medicas
Forenses
Las especulaciones en mi nombre fueron todas en vano
-se cambió de sexo en España
-se prostituye en ciudad Juárez
-se casó con un Chele
-trabaja en un tabledance
-es indigente en una calle en Los Angeles
-la encerraron en un centro de rehabilitación de drogas
Nadie supo de mi paradero
Así han pasado casi cinco o diez años
sigo aquí sepultada en el olvido
sin recordar mi nombre.
Kerstin Miranda
Otro más
Camila se despierta de madrugada. Va a despertar a Jorgito, dispuesta a alistarlo para la escuela. “Ojalá sea un buen hombre”, piensa mientras lo baña.
Lo deja mudado y entalcado en el comedor, –que es más bien la vieja mesa de cuatro que tiene a la par de sus camas.
Calienta las tortillas con un par de tenedores en el quemador de la cocineta. “Esto también quema”, dice para sí.
Cuando despacha a Jorgito, le recuerda que vaya donde su abuela después de clases.
Aún está oscuro. El aire entra por las paredes de plástico que dan al patio. Con este aire refresca su cuerpo tan acostumbrado a la desnudez. Ahí, toma la manguera y se lava, de abajo hacia arriba.
En esa inspección, observa los moretones que tiene de semanas en las piernas y en los brazos. No fueron golpes (esta vez), sólo el desenfreno de un amor comprado.
Prepara las medias, el camisón y el blúmer, y baña todo, incluso a ella misma, con el perfume que le regalare la vecina, –la que vende productos por catálogo–.
Camila ya está lista, –o resignada–. Camila abre sus puertas hacia un nuevo día.
Decálogo de mujer
Que mis pechos no sean tu asunto de discusión.
Que la forma de mis caderas no sea tu asunto de discusión.
Que si me corté o no el pelo no sea tu asunto de discusión.
Que la ropa que me pongo no sea tu asunto de discusión.
Que los amigos y amigas que elijo no sean tu asunto de discusión.
Que los novios y novias que elijo no sean tu asunto de discusión.
Que mi soltería no sea tu asunto de discusión.
Que mi maternidad no sea tu asunto de discusión.
Que mi “virginidad” o mi “honor” no sea tu asunto de discusión.
Que ni un sólo asunto de mi vida
sea tu asunto de discusión.
Este es mi decálogo de mujer,
las leyes con que rijo mi vida.
Si querés estar en ella,
habrás, con esto, de aceptar
que no vengo de una costilla.
Dily Lacayo
No varón
No las malinterpretes
no te están excluyendo,
te están mostrando
porque te necesitan
porque nos necesitamos,
todos, juntos
Sintiendo desde una misma piel
latiendo a través de un mismo corazón,
gritando en una sola voz
y compartiendo la visión.
No varón,
No es solo para llamar la atención,
es una realidad, nos están matando,
vendiendo,
denigrando.
Nos están mostrando al mundo,
como si no fuésemos más que rostros bonitos
o cuerpos que solo funcionan para el placer sexual,
sin sentido común o valor social.
No varón,
ellas no gritan porque son fanáticas,
ellas gritan con gran dolor en el alma,
porque les han arrebatado la luz
de quien en vida fueron sus hermanas.
No, ellas no están en contra tuya
ellas están en contra del sistema
que te mal educó y te hizo creer que ser varón,
es presumir las supuestas hazañas que has tenido con tu falo,
sin razonamiento o consciencia profunda
de cómo eso pudo dañar a otro ser humano.
No, no es que ellas tengan siempre la razón,
es que por mucho tiempo las obligaron a vivir en silencio,
y aunque no lo creas aún existen quienes callan por miedo,
y otras tantas que desde la tierra que absorbió su sangre
claman ante sus hermanas por justicia.
No, varón
esto no solo se trata de ellas,
esto también se trata de vos,
de todos.
Esto se trata de cuan comprometidos estamos
los unos con los otros en sacar adelante la humanidad,
de cuan comprometidos estamos en no tolerar la desigualdad,
en preservar para cada ser su integridad.
Se trata de que todos tengamos las mismas oportunidades,
De que podamos ser escuchadas,
de que se respeten nuestras libertades.
Esto se trata de que si vos podes,
yo puedo,
y si yo puedo, vos podes,
y de que juntos podemos más.
Hacía allá no voy
De dónde vas por la vida,
como si fueses caminando descalza
sobre zarzas ardiendo.
De ahí vengo,
de dónde se entrecorta la voz
y a penas tenés fuerzas
para expresar algo.
De dónde se desvalida tu sentir
y en dónde nace un constante
deseo de querer huir.
De las cenizas,
que fueron echadas al viento
con rumbo incierto.
Del dolor que causa la indiferencia,
de los estragos que deja la violencia.
De ahí vengo…
pero hacía allá no voy.
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